Este ejercicio, que es bastante sencillo, nos ayuda a aprender a fijar una imagen en la mente, de modo que podamos aprender a visualizar algo que queremos. Buscamos un lugar en el que podamos estar sin que se nos moleste por espacio de cinco minutos al principio, hasta extenderlo a quince minutos por todo el ejercicio, aumentando paulatinamente el tiempo según lo sintamos cómodo.
Una vez que tenemos este lugar, buscamos una mesa y una silla donde podamos sentarnos cómodamente con la espalda recta, y colocamos una vela o veladora a una distancia prudente, donde podamos verla con comodidad y sin forzar nuestra posición.
Una vez encendida la vela, se colocan las manos boca arriba en los muslos o donde sea cómodo, y se procede a fijar la atención en la llama de la vela por un minuto, respirando profundamente, y tratando de fijar nuestra atención auditiva en el sonido de nuestro corazón.
Después de que ha pasado el primer minuto, habremos de cerrar los ojos tratando de fijar la imagen de la llama de la vela justo en nuestro entrecejo, y cuando esta imagen se pierda, abrimos los ojos y volvemos a fijar la atención en la llama, repitiendo el ejercicio.
Cada vez que practiquemos la visualización de la llama, notaremos que podemos sostener mayor cantidad de tiempo la imagen de la vela frente a nosotros, justo en medio de nuestras cejas.
El ejercicio que sigue será tratar de poder ver la imagen de la llama sin que esté la vela enfrente.
Si la persona así lo considera, puede acompañar esta sesión de meditación encendiendo incienso y con música suave.
Bendiciones desde lo alto.
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